Afrontar el Duelo

Afrontar el Duelo

 

 

Todos los seres humanos a lo largo de la vida tenemos que enfrentar pérdidas de personas o cosas que son más o menos significativas, esto es universal y común para todos. Lo que es diferente es la manera de reaccionar a dichas pérdidas, que es peculiar de cada persona.
Por eso el duelo es algo único en cada persona, donde surgen una serie de emociones, conductas, pensamientos y estados fisiológicos, dentro de un proceso, que nos ayuda a integrar la nueva situación y dotarla de sentido para seguir viviendo.



Los primeros modelos de psicología definen el proceso como “etapas” o “ fases”, en las que la persona se deja ir pasando por cada una de ellas, de manera lineal, en una secuencia determinada y fija.

 

 

Los modelos más actuales, entienden el proceso como “tareas”, sin ser lineal. El individuo es una agente activo y responsable del proceso, y con ello tiene la capacidad de modificar y/o resolver cada tarea para realizar  satisfactoriamente su duelo. 



 

 

 

El psicólogo J. William Worden, (1991)  se basa en la consideración de un conjunto de tareas que , en uno o en otro orden deben ser llevadas a cabo por el sujeto doliente.

 

1.- Aceptar la realidad de la pérdida:

Una vez que conocemos la mala noticia nuestra mente empieza a actuar para defenderse de ese golpe. No es fácil asimilar la pérdida de un ser querido y por eso en muchas ocasiones lo primero que ocurre es un estado de "shock". Son tantas las reacciones corporales que sentimos que sufrimos un “cortocircuito” del que necesitamos reiniciar. No nos lo creemos e incluso lo negamos: “no, no puede ser” “qué dices si estuve con él ayer”, etc.  Luchamos para aceptar esa realidad, por lo que la primera tarea de un proceso de duelo consiste en aceptar y comprender, tanto racionalmente como emocionalmente, que la persona ha fallecido y no la volveremos a ver.

En todas las culturas existen procedimientos para ayudar al doliente en esta tarea. En nuestros rituales funerarios, se vela el cadáver, se realiza una ceremonia de despedida y los familiares y amigos dan el pésame mostrando su acompañamiento.

Facilitar esta tarea supone proveer un entorno relativamente seguro para considerar la pérdida, donde poder nombrarlo y hablar de ella.
Si no realizamos la primera tarea de aceptación, nos atascaremos en el todo el proceso.

Tenemos que comprender y dejar que surjan las emociones para así poder ir cubriendo sus necesidades.

 

 

2.-Experimentar las emociones vinculadas a la pérdida:

La pérdida de un ser querido conlleva siempre la eclosión de fuertes emociones. En su mayor medida la tristeza, pero también a veces la rabia, la culpa, el despecho, el alivio o el miedo. Todas y cada una de las emociones que aparecen son igual de importantes de sentir, expresar y comprender. En algunas ocasiones, negamos esos sentimientos, pues no es agradable que nos acompañen, y nos hacemos los “fuertes” con ideas del tipo, “no me puedo venir abajo” “tengo que distraerme para no pensar” o “no me pueden ver así”.  Pero, cuando negamos emociones necesarias para seguir avanzando, creamos un bloqueo, y gastamos mucha energía en luchar contra ellas. Al final lo único que conseguimos es estar inmersos en un estado de agotamiento e implosión que arrastramos con nosotros en el resto de áreas de nuestra vida.

Aunque , a veces, posponer la experimentación se esos sentimientos puede ser útil, en general, ignorarlo puede ser causa de problemas y dificultades en el proceso de duelo.
Es por eso que debemos de permitirnos sentir, darnos nuestro tiempo para entender canalizar cada sensación. Así mismo es necesario que estas tarea pueda facilitarse en un entorno de seguridad física e interpersonal, donde encontrar apoyo, ya sea social o profesional.
Fracasar en contactar con estos sentimientos genuinos en las primeras fases se considera un predictor de complicaciones en el proceso del duelo.

 

 

3.- Adaptarse para desenvolverse en el mundo tras la pérdida:

Tras una pérdida importante siempre queda un vacío. La persona realizaba cierto rol, y con ello responsabilidades y asuntos del día a día que le competían. Todas esas tareas necesitan ser desempeñadas y en principio, aunque los redes sociales y familiares de los afectados ayuden, es la persona más cercana a la pérdida la que tiene que asumir ese nuevo rol. Por lo tanto, es una tarea de ajuste, en la que, por un lado, aceptamos que esa persona no realizará más esas cosas, y por otro, nos encontramos con nuevos desafíos, en lo que tenemos que descubrir nuevas habilidades y destrezas, creando por la tanto una nueva identidad.


Durante la adaptación siguen apareciendo emociones, que pueden o no, ser las mismas que al principio. El desamparo, la sensación de inutilidad, o el enfado suelen ser algunas de ellas. Lo importante en esta tarea es sacar la fuerza de las emociones para superar  esta etapa.

 

 

4.- Recolocar emocionalmente a la persona perdida y continuar viviendo:

Esta es la última tarea, según Worden, para culminar un proceso de duelo. Consiste en reconstruir nuestra nueva vida, recolocando a la pérdida y dándole su lugar en nuestra historia personal. Esto no significa olvidarnos de ella, si no, poder mantener un vínculo sano, que nos permita repartir toda nuestra energía en otros aspectos de nuestra vida.
Por lo tanto no se trata de cubrir esa “vacante”, pues eso lo que produce es precisamente la evitación del duelo.

 

Significa dar a lo perdido un lugar en la memoria de modo que su recuerdo ( cargado afectivamente como sea necesario) no vete la posibilidad de que pueda sentir interés y afecto por otras personas.
Radica en darle un espacio, un sitio de nuestro nuevo mundo, y a la vez abrir nuevos huecos para poder seguir creciendo y desarrollándonos personalmente.


Desde este punto de vista Worden define cuáles son las reacciones de duelo más habituales.
Algunas de ellas pueden parecer poco comunes , pero son todas "normales", siempre y cuando no persistan durante mucho tiempo, o provoquen una reacción descontrolada.

Conductas

  • Dificultades para dormirse o despertarse muy temprano.
  • Comer demasiado o muy poco.
  • Estar mentalmente ausente.
  • Alejarse de los demás; sentirse menos interesado por el mundo.
  • Soñar con el difunto.
  • Evitar cosas que nos recuerden al difunto.
  • Buscar y llamar por su nombre a la persona fallecida.
  • Suspirar.
  • Estar hiperactivo incesantemente.
  • Llorar.
  • Visitar lugares o llevar objetos que le recuerdan a la persona fallecida. Atesorar encarecidamente objetos pertenecientes al finado.  

Emociones

  • Tristeza.
  • Rabia Culpa o remordimiento.
  • Ansiedad.
  • Soledad.
  • Cansancio.
  • Desamparo.
  • Shock.
  • Anhelar (añorar a la persona).
  •  Liberación (no todos los sentimientos son negativos. A veces cuando ocurre una pérdida hay una sensación de libertad).
  • Alivio (puede sentirse especialmente después de que alguien muera tras una enfermedad larga o dolorosa o si su relación con el fallecido era problemática).
  • Insensibilidad—ausencia de emoción.

Cogniciones

  • Incredulidad.
  • Pensamiento confuso, dificultad para concentrarse.
  • Preocupación, pensamientos obsesivos acerca del fallecido o de lo que se perdió.
  • Sentir la presencia del fallecido.

Sensaciones físicas

  • Vacío en el estómago.
  • Opresión en el pecho.
  • Opresión en la garganta.
  • Hipersensibilidad al ruido.
  • Sentir que nada es real, incluso llegar a sentir que uno mismo no es real .
  • Sensación de ahogo, de falta de aliento.
  • Debilidad muscular.
  • Falta de energía.
  • Boca seca. 

Para terminar, recordar que lo importante y con el paso del tiempo, se puede aprender a vivir bien a pesar de la pérdida. Cada uno afronta este proceso de manera diferente. Y en la mayoría de las ocasiones, somos nosotros mismos, con ayuda de nuestra red social y familiares los que superamos esta situación de manera natural.
Esto no descarta que existan ocasiones en las que necesitemos ayuda profesional, para acompañaros durante el proceso.
La tarea del psicólogo consta de :

-Facilitar la aceptación de la pérdida.

-Facilitar la expresión y el manejo de los sentimientos ligados a ella.

-Facilitar la resolución de los problemas prácticos suscitados por la falta de lo perdido.

-Facilitar una despedida y la posibilidad de vuelta a encontrar sentido y posibilidad de satisfacción de la vida.

“El duelo es, en sí mismo, una medicina.” William Cowper

Pau Perez=Sales (2006). Trauma, Culpa, Duelo - Hacia una Psicoterapia Integradora. Ed Desclee de Brower. Bilbao. 596 pgs.


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Henar Campos

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